Querido Maestro:
Hace unos años, quedamos emplazados para vernos y charlar un día a la semana: los martes, como en la novela de Mitch Albom Los martes con mi viejo profesor; profesor con el que compartes muchas buenas cualidades. Las tardes de primavera, paseábamos.
Durante ese tiempo, que finalizó en el otoño del pasado año, por motivos de salud (y no
precisamente por la tuya) compartimos no muchas, porque siempre nos parecieron
pocas, pero sí bastantes horas, que tú las pasabas en infatigable disertación,
sin aparente cansancio.
Nos quedamos con una frase de casi al final del libro:
“Al morir se pone fin a una vida no a una relación personal”.
Por ello no nos hemos despedido; ni lo vamos a hacer. Somos
en palabras tuyas “amigos absolutos”, amigos para siempre, incluso después de
“siempre, ahora que tú estás fuera del tiempo; después de tu siempre.
Te reiteramos nuestro respeto y admiración.
Dos que no tuvieron la suerte de haberte conocido
antes.
JJMS &
BMS.
NOTA.- Del contenido de
nuestras charlas, que tenemos grabadas, podía salir no ya un extenso artículo,
sino hasta un libro. Acopio de material hemos hecho, solo nos falta - ¡Ahí es
nada!- inspiración y talento.