miércoles, 23 de marzo de 2022

LA AÑORADA INFANCIA.


 Ahora que es invierno y hace frio, recuerdo con nostalgia una tarde cálida de verano reciente, en la que un joven padre jugaba con su pequeño hijo en el agua de una pequeña alberca. El ruido del chapoteo me trajo recuerdos de mi lejana niñez.

NOTAS DE MI DIARIO (10.08.2014)

Los viejos recuerdos de mi añorada infancia, con sus luminosos veranos, vuelven como reflejos de la reverberación de la luz en el agua, y la remembranza del vuelo febril de las libélulas agita mis pensamientos lúgubres, aventándolos lejos de mi.Recuerdos de mis veranos de adolescencia temprana vienen a mí, con mis tímidas escapadas al río y mis baños clandestinos en la balsa de la Herradura, compartidos con amigos y carpas desmesuradas. ¿Cómo explicar a mi madre la perdida de los calzoncillos en una ocasión?¿Los puse a secar tras el baño?¿Me bañé en cueros...? No recuerdo si di alguna explicación, o me la pidieron; si la di, seguro que no fue creíble.

El juego del niño con su padre en el agua, a resguardo del inmisericorde sol de agosto, hace que afloren dulces ecos de antaño, de esa infancia feliz.

El canto de la cigarra, rítmico y armonioso, y el cri-cri de los grillos ponían la partitura al libreto que era mi vida en verano. Los veranos entonces deseados, y después deseados por motivos que ya contaré. Por otra parte, tiempo y lugar; el recuerdo de un barreño de zinc puesto con agua al sol, con las amenazantes avispas revoloteando alrededor, listo para llevar a cabo el baño diario veraniego ( en las estaciones más frías, el baño solía ser semanal, en el mismo barreño y con agua calentada en olla al fuego), estropajo incluido, y el jabón Heno de Pravia (las mujeres, con Maderas de Oriente) cuyo aroma renace en mis sentidos, y los recuerdos se avivan en mi mente con la visión del niño pequeño que manotea el agua, jugando con su padre en la pequeña alberca del jardín. Son reminiscencias, felices recuerdos, de mi infancia. Son recuerdos que aparecen muy nítidos a pesar del tanto tiempo transcurrido.

Pero todo pasa, y el verano toca a su fin. El paisaje se despeja y recito musitando:

Las aguas serenas del estanque  
denuncian ausencia de alegría,
ya no hay niños en la alberca, 
 ya dejaron  la alquería                                                      







viernes, 4 de marzo de 2022

El niño que fui, o soñé

 PRÓLOGO



Antes de que la niebla del tiempo embote mi mente, nuble mis sentidos y vaya ahuyentando los recuerdos, quiero poner sobre el papel la historia del niño y del adolescente que pienso que fui; acontecimientos de mi vida pasada: unos, tal vez reales, y otros quizás ficticios, soñados o ensoñados, frutos de las trampas que la memoria nos hace insertar en los recuerdos, con la subjetividad que la propia perspectiva dicta e impone a la inexistente realidad absoluta.

Ya sé que mis recuerdos, a veces, son quimeras, imágenes en el espejo de mi mente que el tiempo y mi capacidad creativa (mi imaginación y mis deseos) han ido forjando. El objeto real, o casi, tal vez existió en un tiempo, hace mucho, pero cuando lo rememoramos aquel ya no existe como tal, evidentemente, y tal vez no existió nunca como lo recordamos. Otros recuerdos los conservo, no por tener consciencia de haberlos vividos, sino por haber sido recordados, (con las mismas trampas y mecanismos antes aludidos), por otros que fueron testigos y me los repitieron a mí, tal vez de forma reiterada...

(Continuará, no sé cuándo ni cómo, pero continuará)