jueves, 5 de junio de 2014

Querido Manolo, amigo: 
     Tiempo ha que los amentos de los álamos tapizan el suelo del sendero que recorríamos en los paseos matinales -¡la de juegos de palabras inocentes y pueriles, que habremos hecho con los dichosos amentos-, palabra esta que Jotajota nos descubrió una mañana todavía fría de un tardío febrero; de cómo los caídos son los machos y sobreviven en el árbol las hembras; como siempre y en todas las especies , el fuerte “débil sexo” pervive…, ¡las muy puñeteras!
     Los brotes de los rosales, que tanto te gustaban, en el recodo del camino, ya han roto y alumbrado hojas, preludio de la aparición de capullos que estallarán en miles, cientos de miles, de pétalos de rosas rosas, rojas, blancas y de no sé cuantos más colores, que terminarán, como los amentos, tapizando el suelo vivo con su muerta belleza.
     Las sonrisas de las mocicas siguen iluminando el día y el camino, cual epifanías gozosas de la gozosa venidera primavera; sus sonrisas siguen siendo sus respuesta a nuestro amable saludo; sonríen y aletean sutil y graciosamente la mano, como diciendo hola y no adiós. Luego están los saludos, sonrisas y palabras cariñosas, terapéuticas, para las que con mala cara venían e intentábamos remediar. Y tus reprimendas cuando considerabas bruscos o imperativos mis ¡buenos días…!
       Las coces que le dimos a la conjugación; aquel jocoso lleguemos y merendemos (o cenemos, igual da), parodiando a no sé a quién; tal vez, a nosotros mismos. La de coplas, cuplés, tangos y rancheras que destrozamos entre los dos: tú con tu voz de trueno, yo con la mía quebrada. De otras músicas, solo tú eras el experto en bajarlas; y JJ como espectador expectante del recital.
       Recuerdos nos dieron para ti la serpiente K, Anaconda y otros animales reptantes y fabulosos con los que poblaste tu querido y decadente Menjú y la imaginación de tus nietos, con historias en las que, a menudo, no faltaba algún que otro elemento escatológico. Las serpientes ya no están, o al menos nadie las ha vuelto a ver: se marcharon contigo, pero ha quedado la huella en las mentes infantil es de tus nietos (Marco, el mayor, experto ya; el pequeño, iniciado en estas lides), que teñiste con feliz fantasía , y con amor te recuerdan, y te recordarán. Ahí seguirás vivo.
      Tu ya no estás, y te vemos venir hacia nosotros, cada mañana, con tu peculiar andar, - no te vemos ¡lo soñamos! - a la misma hora y los mismos días, sin faltar tus despedidas siempre igual: ¡hasta mañana, y si no nos vemos por mi culpa no será! A veces no te vemos:¡ te oímos clamar o tronar..! y pensamos que has dejado en el aíre del camino grabada tu voz y que en algún momento, por la conjunción de extraños fenómenos, se reproducen tus voces en los oídos de tus amigos; pero ¡no te oímos, lo soñamos! Tú ya no estás aquí, estás en el más allá. Con nosotros, tu entrañable recuerdo.
      Manolo, no te vayas a reír de este intento mío de fingirme poeta sin rima, ritmo ni medida. Es un intento de homenaje a ti, que eras y eres poeta y que a nadie vas a copiar, ni copiaste. Con cariño y nostalgia, un fraternal abrazo y recuerdos, no menos cariñosos, de nuestro común amigo Jotajota.

                                                                                Bartolomé  Martínez Salmerón.

 PS.- A todos tus amigos (y amigas, por lo de miembros y miembras…, ya sabes…) del sendero, incluso los entre comillas, no te los voy a recordar, sería empezar y no acabar., pero recuerdos te doy de ellos ¡Ah!, y de política y mujeres de vida airada y aireada, ni hablar, por acuerdo tácito entre nosotros, y na más!





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