martes, 24 de abril de 2012

DOS PERSONAJES EN TORNO A UN LIBRO (Pedro Rodríguez Pérez- Antonio de Hoyos)

       
       Conocí a Pedro Rodríguez, mejor dicho, oí hablar por primera vez de él en el verano de 1985, en San Javier, cuando ya había conseguido por concurso de traslado una plaza de maestro en Cieza. Conocí a Antonio de Hoyos Ruiz con anterioridad, un año antes; siendo como era paisano y familiar nuestro a través de su mujer, Juana, lo conocí por la mediación de una encantadora compañera, a punto de jubilarse, y vecina de él, Obdulia Acevedo, que nos presentó. En el verano del 85, vino a mi casa a darnos el pésame por la muerte de mi padre, primo hermano de su mujer, y charlamos sobre mi inminente traslado a Cieza. Al preguntarme si sabía ya a que colegio iba destinado y contestarle yo que no; que las posibilidades que tenía eran…,le nombre varios colegios y al pronunciar Pedro Rodríguez saltó como si se le hubiera disparado algún resorte y dijo algo así como que ya era hora de que se le hubiera homenajeado de alguna manera, aunque a él no le parecía suficiente; que había mucha incultura en el pueblo, y falta de sensibilidad  en gran parte de la clase dirigente, sobre todo en los sucesivos ayuntamientos,  por no haberle  puesto su nombre a una calle, al menos. Los dos convinimos que mejor era el nombre de un centro educativo. Pero él siguió protestando por la incultura de todos al desconocer la gran importancia de este hombre. Al día siguiente, volvió a mi casa con un libro, con el libro escrito por él mismo: “RODRÍGUEZ-PÉREZ.- HISTÓLOGO” (editado por la Academia Alfonso X El Sabio), libro que me regaló y que yo me puse inmediatamente a leer. Recuerdo que me entró bien (no sé en qué grado influyo el mismo en mi elección de centro, pero acabé en el “Pedro Rodríguez”, a pesar de tener otras opciones para elegir).
Volví a leerlo en el año 2007, en que lo hice para preparar una serie de trabajos sobre el ilustre histólogo con motivo del XXV Aniversario del Colegio.
Este es el libro que ahora, la Fundación Los Álamos, con la colaboración del Colegio Público “Pedro Rodríguez Pérez” y de la Ed. Alfaqueque, saca nuevamente a la luz en una nueva edición.
Es un libro escrito por un amigo sobre un amigo; amistad entrañable la que existía entre estos dos ciezanos ilustres: ciezanos de la diáspora, pero ciezanos.
El libro tiene páginas de acendrado  costumbrismo, de ciezanía, si se me permite utilizar el término; casi bucólico, diría yo; de frescos y tiernos recuerdos de niñez y adolescencia, de amor al disfrute con y en la naturaleza: río limpio, fruta fresca y jugosa, (a mí personalmente me recuerdan  nombres tan entrañables como marujas, pipas, moniquises, chatos y jerónimos, y ¡los tomates del pueblo!, que no sabemos si alguien guardará semillas). La gente de mi generación, la generación de los hijos del autor y del protagonista, que tuvimos ocasión de vivir una Cieza y su entorno, en verano, tan parecido a aquel de treinta o cuarenta años antes, la añoramos; épocas distintas, pero que en este aspecto eran, más o menos, iguales en su esencia e incluso en muchos de sus matices: la vida en verano, las vacaciones, en torno al Río y su Vega.
La conversación en los encuentros, las charlas entre  amigos, entre el autor y el protagonista versaban sobre música, filosofía, literatura,… temas en los que Pedrito, si se me permite la familiaridad, descollaba por su erudición, por sus ya entonces profundos conocimientos en estos temas. Y sobre las chicas.
Otras páginas, nos describen la tristeza y la desazón ante la pérdida de la libertad, más que por ello en sí, por la imposibilidad de seguir trabajando en lo que era su gran pasión: la histología, la investigación. Las trabas impuestas por la España del que inventen (o investiguen) ellos y del quién no está conmigo está contra mí (no sólo de dicho, sino de hecho), la España avara de dogmatismo y despilfarradora de talentos, pudo ponerle toda clase de obstáculos, pero no consiguió evitar que se convirtiera en el eminente investigador que fue. La España que despilfarra talentos se ha puesto de nuevo en marcha, que es lo que está sucediendo ahora, en este último aspecto, con los jóvenes investigadores que tienen que emigrar para intentar cumplir con su vocación, para ver cumplidos sus sueños, dejando un vacio que se tardará más de una generación en llenar; ahora por un motivo distinto en la forma, pero idéntico en el fondo: desprecio a la Ciencia, como algo prescindible, la vuelta al que inventen ellos.
Su misión, como médico, en la guerra, no era matar; era curar, y a ello se dedicó en cuerpo y alma (o mente) durante su estancia en el ejército.
Pedro Rodríguez, Pedrito para el autor, supo, si no vencer, sí esquivar  los obstáculos y continuar, con altibajos, su carrera de investigador.  Sin esas trabas, con toda seguridad, habría alcanzado cimas más altas; más altas de las ya de por sí elevadas que alcanzó a pesar de todos los pesares.
Tal vez no sea objetivo al comentar este libro y la trayectoria del personaje; ni falta que me hace: sentía una gran simpatía por el autor del libro y admiración por Rodríguez-Pérez, al que lamentablemente no tuve ocasión de conocer en persona, pero que el libro me dio ocasión de empezar a vislumbrar a un científico eminente y un ser humano de calidad; luego iría ampliando mi conocimiento sobre él a través de conversaciones con su hermano Rafael y con los documentos (copias) que me facilitaba una de sus hijas, además de entrar en contacto con otras personas que me han ido agrandando la dimensión de este extraordinario científico (el Dr. Ortuño Pacheco ha sido el más reciente, con la aportación de una serie de datos que se han incluido en esta edición del libro, con permiso del dueño de los derechos, al que agradecemos nos haya cedido los derechos del mismo para esta edición)
Queremos acabar de una vez por todas con que para, al menos, los ciezanos en particular, y los murcianos en general deje de ser ese gran desconocido que ha sido para el gran público. Esperamos que la reedición de este libro signifique un escalón importante para ello. Antonio Pedro Rodríguez Pérez lo merece; Antonio De Hoyos Ruiz, el autor, también.

jueves, 12 de abril de 2012

EL PODER DE LOS PODEROSOS

                            
El poder de los poderosos en las llamadas democracias formales, radica en la capacidad, inmensa capacidad, que tienen estos de manipular a las masas a través de los medios de comunicación de los que son dueños y señores, para convencernos que votemos a los políticos “convenientes” a sus intereses. Se banaliza la corrupción, se  soslayan las mentiras, las medias verdades y el engaño; se hipnotiza a la gente y se hace que esta actúe o baile al son y voluntad del que mueve los hilos del teatro de marionetas en que han convertido el mundo.
Tal vez, los políticos que se prestan a esta tarea sean los hilos; las manos que manejan la tramoya y los muñecos están más arriba y siempre fuera del alcance visual del común de los mortales, del “publico”.
Hace falta razonar y no nos dejan educar en el pensamiento crítico, o nos ponen todos los obstáculos posibles para que las nuevas generaciones –no precisamente las de la gaviota, que también- sean capaces de aprender a pensar en libertad; nos alienan con circo, y al castigo de ganar el pan con sudor le añaden la imposibilidad de hacerlo dignamente. Ellos, los poderosos, si se ganan el pan, y el caviar con champán, con sudor, pero con el ajeno.
La riqueza de los ricos poderosos se asienta sobre la miseria, sobre el hambre, la incultura y la desinformación de los pobres, sean estos y aquellos individuos o países.
La base del poder de los poderosos radica en la desinformación programada y en la negación del derecho de los individuos y pueblos a una educación de calidad.

viernes, 2 de marzo de 2012

EL PROPIO ENTENDIMIENTO Y LA PROPIA DECISIÓN


“La Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ello no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. ¡Sapere aude! Ten valor de servirte de tu propio entendimiento. He aquí el lema de la Ilustración “(1).
Si me pides opinión para resolver un dilema (o trilema), te diré: recoge datos, opiniones o impresiones de gente en la que confíes por su buen juicio, sensatez y experiencia en la cuestión de la que se trate. Procésalo todo según tu entendimiento y luego toma tu decisión. No preguntes a otro ¿qué hago?; en todo caso, la pregunta debería ser ¿qué harías tú, o vd.?. La respuesta debería ser un dato más a someter a tu buen entendimiento, que seguro que lo tienes, lo tenemos todos salvo los perpetuos menores de edad, por no decir algo más hiriente. Toma consejo, pero somételo siempre al cedazo de tu buen entender, pero acierta o equivócate con tus decisiones y no te vanaglories de lo primero – siéntete legitimamente orgullos@ por dentro -,  ni te amargues ni preocupes en exceso con lo segundo: toma distancia, para tener perspectiva,  en ambos casos.
Luego está el “exceso” de reflexión -¡vamos, el marear la perdiz” o “comerte el coco”!- que te puede conducir a la inacción, a la parálisis. ¡Esto, tampoco es de recibo!
Esta manera de obrar sería el triunfo de la razón sobre la fe del carbonero, de la que hablaremos en otra ocasión.
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 (1).- Immanuel Kant: respuesta a la encuesta sobre el movimiento ilustrado. Recogido por Jordy Llovet en “Adiós a la Universidad”.- Galaxia Gutenbert-Círculo de Lectores, (página 338)

domingo, 5 de febrero de 2012

Formación del Espiritu Nacional vs. Educación para la Ciudadanía

   Si la eliminación del curriculum (¡que palabra más fea!) escolar de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos es una medida para "contentar" al sector más reaccionario de la derecha española, que es amplio, incluidos, claro está, los que mandan, aunque alguno que otro no lo sepa (ignorancia supina, a secas, los menos, o ignorancia selectiva, los más), propongo que en lugar de buscarle caminos alternativos y poco claros, no busquen atajos semánticos y pasen lisa y llanamente a imponer (¿la mayoría absoluta lo permite?) la Formación del Espiritu Nacional, alias la "política" (qué paradoja: llamarla así cuando estaba muy mal visto hablar de política; incluso prohibido, si se salía del estrecho cauce establecido por los poderes civil, castrense y eclesiástico). Aunque, bueno, aquello solo lo pudimos estudiar los que tuvimos el privilegio de llegar a bachiller, incluso posteriormente cursar una carrera; algunos, entre los que me cuento, a costa de improbos sacrificios de sus padres  escasos de recursos económicos.
   El sr. ministro, acusa a Educación para la Ciudadanía de "adoctrinar", para lo que recurre públicamente, en los medios, a leer, como ejemplo palpable, como prueba de cargo, un texto que daba por cierto que se enseñaba en las escuelas. El infundiofue desmentido categoricamente por parte de la editoríal. Esto no es una simple mentira, eso se llama manipular, o tomar por tontos al personal, que alguno habrá que se lo crea (por ignoracia o interés) y si esta va a ser la tendencia premonitoria del sr. ministro, aviados andamos con la nueva asignatura.¿Mentira del ministro, mal asesoramiento, o las dos cosas?, porque el error no debe caber en un sr. ministro impartiendo doctrina dentro del ámbito de su competencia (como el papa cuando habla excatedra).
      Bien, esperemos a conocer los contenidos de la nueva asignatura, para tener un juicio más adecuado sobre Educación Cívica y Constitucional, aunque barrunto, por lo que dicen los que mandan, que el tufillo reaccionario no hay quien se lo quite. Tal vez sea verdad (no me lo creo) que solo es para "contentar" a ese sector "descontento" y hayan cambiado solo el nombre (¡que panoli soy!) y mantengan los contenidos, al menos los de Primaria que son los que mejor conozco.
     Para acabar, una anécdota y una apreciación:
      Cuando, recien nacida la criatura, comenzó la contestación contra ella, promovida fundamentalmente por los sectores más confesionales de la derecha, una joven madre, muy preocupada, nada sospechosa, pero que nada, de izquierdista, acudió a mí en demanda de información. Le enseñé la orden de la consejería correspondiente en la que se regulaba Educación para la Ciudadanía, con los contenidos, objetivos, etc.,para que la leyera ella misma y sacara conclusiones. Nada "sospechoso" vió y así me lo dijo. Le comenté que yo tampoco encontraba nada punible.
     La apreciación que saco de los sectores reaccionarios, no a esta, sino a cualquier educación que pretenda forjar hombres y mujeres libres, es que les resulta mas facil domar y controlar subditos que educar ciudadanos con capacidad de pensar y decidir por sí mismos. Por ello, ¡leña a cualquier intento de formar librepensadores!
     Esperemos que el Gobierno no albergue intenciones de tomar el camino de domar en lugar del de educar.


domingo, 22 de enero de 2012

Breve reseña biográfica del Dr. Antº. Pedro Rodríguez Pérez en el Centenario de su nacimiento.



 Nació en Cieza, el día de nochevieja de 1912, cumpliéndose, por lo tanto, este año el centenario de su nacimiento, en la calle Mesones, y murió en Madrid en septiembre de 1.964. De niño y adolescente vivió en Cartagena, donde su padre estaba destinado como practicante de la Armada, y allí realizó sus estudios primarios y posteriores de bachillerato, en el Instituto Isaac Peral, alcanzando siempre muy buenas calificaciones, incluido el Premio Extraordinario al finalizar el mismo. Pasaba las vacaciones,  por regla general, en Cieza, disfrutando de las procesiones de Semana Santa (tocaba el violín en la orquesta de San Juan) y, siendo como era un gran amante de la naturaleza, gozaba del aire libre del campo de Cieza.
                Formó parte de los Exploradores de España – los ahora llamados boys scouts- siendo un miembro destacado de esa organización
                En 1.929 inicia la carrera de Medicina en Madrid, con una beca de la Diputación Provincial de Murcia, donde ya desde el primer curso comenzó a destacar, sobre todo en Histología. Seguía siendo el magnífico estudiante de siempre y seguía teniendo un gran amor por la naturaleza, de la que disfrutaba siempre que podía.
                En el curso 1.930-31 entra como becario en el Instituto Cajal, siendo el primer estudiante que conseguía ingresar en esa institución, pues todos los colaboradores hasta ese momento tenían que ser médicos –doctores- pero debido a sus extraordinarias condiciones, a propuesta del Dr. De Castro, Cajal le aceptó como colaborador directo suyo. Desde entonces, sería gran amigo y colaborador de D. Santiago (Premio Nobel de Medicina en 1.906, compartido con el italiano Golgi).
                En julio de 1936, cuando Franco se subleva contra la República, él acababa de terminar sus estudios de Medicina y pensaba acabar el trabajo de licenciatura (tesis) y doctorarse durante el curso siguiente, pero la guerra civil cortó sus proyectos al tener que incorporarse al frente, primero como soldado en primera línea y después como oficial médico del Ejército Republicano. Fue Jefe de Sanidad del Ejército de Levante y, con posterioridad, Jefe de Sanidad de la Base Naval de Cartagena hasta el fin de la guerra. Durante la misma escribió un libro sobre estrategia sanitaria en colaboración con un  médico húngaro, el doctor Goryan, con esquemas gráficos del dramaturgo  Antonio Buero Vallejo.
Un accidente de coche, del que salvó la vida milagrosamente, durante la campaña de Teruel, le hizo perder un ojo.
                Cuando cayó Murcia en poder de las tropas de Franco al final de la guerra, él estaba en Cieza. Su condición de comandante del Ejército Republicano le llevó a afrontar una condena de veinte años y un día de prisión, de los que cumplió uno, y el corte de su carrera  de investigador.
                En el curso 1944-45 terminó la licenciatura de Medicina, y en el siguiente el doctorado, con Premio Extraordinario. En 1.946 se casó con su paisana Concepción Ruiz, licenciada en Farmacia. A partir de ahora comienza su periplo por diversa universidades de Iberoamérica, donde ejerció su labor docente e investigadora.
                 En el curso 1.947-48 trabajó en la Universidad de los Andes, de Mérida (Venezuela), como director del Laboratorio de Investigaciones Biológicas. Posteriormente, pasa a la Universidad de Antioquía, en Medellín (Colombia), donde nace su hijo Pedro.
                Tras seis años de estancia al otro lado del Atlántico, vuelve a España en 1.953 y comienza su labor como profesor universitario e investigador en nuestro país. Profesor encargado de la Cátedra de Histología – su trabajo y su pasión- y Ayudante de la Sección de Neurohistología en el Instituto Cajal. Como profesor era muy apreciado por sus alumnos: sus clases se llenaban y era para ellos un profesor ejemplar.
                A pesar de su brillantez no consiguió ganar las oposiciones a cátedra,  debido a su condición de ex oficial del Ejército Republicano y por lo corrupto y arbitrario del sistema. Carlos Castilla del Pino, celebre psiquiatra gaditano, de San Roque,  afincado en Córdoba, en su obra autobiográfica  Pretérito Imperfecto (Ed. Tusquet) para ilustrar lo parcial e injusto de los tribunales de oposiciones a cátedra durante la postguerra civil, nos cuenta como Rodríguez, “prestigioso discípulo de Tello” presentó ante el tribunal sus “trabajos sobre histología del cerebelo de primerísimo orden” y nos cuenta como  lo extraordinario de su exposición y la vastedad de sus conocimientos no sirvieron para nada debido a “insinuaciones a su desafección al glorioso Movimiento Nacional”. Obtuvieron la plaza tres opositores (no al Régimen) a los que la definición que de ellos hizo el presidente del tribunal nos dice a las claras cuáles eran los meritos que se valoraban para acceder a cátedra. Según cuenta Castilla del Pino en este dijo estas (o análogas) palabras: " Día de gozo hoy para la universidad española. Estos tres nuevos catedráticos, más que eminentes histólogos y anatomopatólogos, son grandes católicos y grandes españoles”.  Queda todo dicho. Los ideales del Dr. Rodríguez Pérez no eran los adecuados, ni suficientes, para la obtención de cátedra en la universidad española de entonces, ávida de dogmatismo y despilfarradora de talento. No obstante, siguió investigando y publicando y en 1961 marchó a Buenos aires con una beca de la fundación March. No aceptó el ofrecimiento de la Universidad de Panamá, con un sueldo sustancioso, y vuelve a España como Jefe de Sección del Instituto Cajal, en Madrid. En 1964 recibe el Premio Cajal, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Muere en Madrid y en septiembre de ese mismo año llega a Cieza para quedarse definitivamente.
                De su extraordinaria valía científica quedan registros, como la cita que podemos encontrar en la  Historia Universal de la Medicina, de Laín Entralgo en la que puede leerse que un trabajo elaborado por Pedro Rodríguez en 1961 sobre quimioreceptores, fue tenido en cuenta en la elaboración del trabajo que mereció el premio Nobel de Medicina en 1970, además de su amplia obra investigadora publicada.

martes, 27 de diciembre de 2011

“…y tú más” y “No siento el dicho, sino quien me lo ha dicho”

 La reacción turca a la ley francesa aprobada hace unos días, que castiga con multa y penas de cárcel a quienes negaren el genocidio armenio de 1915, llevado a cabo por tropas del imperio otomano,  es un caso más del “… y tú más”, mediante el cual atrocidades, o simples desaguisados,  cometidas por personas o estados quieren que se disculpen por el hecho de que el otro haya cometido un espanto del mismo cariz: Lo que los franceses hicieran en Argelia durante la guerra de liberación (según los argelinos; terrorismo, según los colonialistas franceses) no exculpa a los turcos que masacraron armenios en 1915. Por cierto, que tampoco sirve de  coartada para las tropelías de Francia en Argelia el aprobar una ley que penalice la negación de los hechos de Armenia: ¡que cada palo aguante su vela!; cada cual llore su culpa, y todos la desgracia de los demás.
El “… y tú más”, dicho o hecho, es una expresión que en este país, que muchos llaman España, estamos muy acostumbrados a oír, y/o sufrirla, con los frecuentísimos casos de corrupción con los que estamos muy familiarizados, por desgracia. Se utiliza, así mismo, como mecanismo exculpatorio. Si me pillan, a mí o a un compañero de partido ( es un suponer), in fraganti, con la mano en bolsa ajena (o de todos, que es lo mismo), malo, y peor si en tiempo prudencial no surge caso similar en otro partido; menos malo, si también pillan al otro. Otro caso es el castigo en forma de quitar-dar voto en función de la corrupción. Parece ser (es), que existe una relación (¿proporcionalmente?) directa entre casos de corrupción y número de votos que obtiene un partido en este nuestro país (al que muchos llaman España).
También está la expresión “No siento el dicho, sino quién me lo ha dicho”, en el que, sin negar la posible culpa propia, se niega la autoridad moral del que denuncia. Creo que esta es una expresión de mejor tono.
Los niños utilizan (o utilizábamos) otra expresión, de construcción semejante, pero con otro cariz significativo: “…y yo más” o “…el mío mejor”. Pero de estas hablaremos otro día,… son pueriles, cosas de niños (genérico).

martes, 20 de diciembre de 2011

Los niños y los adultos.

¿Por qué cuando queremos referirnos a una conducta o decisión racional y sensata la llamamos "adulta", si la conducta o decisiones de los mayores, sobre todo si se conducen como masa, es más descerebrada e insensata, muchas veces, que la de los niños?; aunque, ojo con las conductas de los menores en grupo, en las ocasiones en que están influenciados por líderes de conducta poco edificantes y de cabeza mal amuebladas unos, y sin amueblar otros. Christopher Hitchens, recientemente fallecido, escribió: "La gente como masa tiene muy a menudo una inteligencia inferior a la de sus partes integrantes". Aunque ejemplos nefastos de conductas de niños y jóvenes los tenemos en la literatura y el cine, como en "El Señor de las moscas", del Premio Nobel William Golding, llevada con posterioridad al celuloide.
Educar, creo, consiste en presentar modelos para que otro los aprenda, los coja y asimile. Hagamos que los modelos a seguir por los niños aprendices sean los sabios. Vamos con otra cita al respecto: "La tinta del sabio vale más que la sangre del mártir"(Mahoma). ¿Mahoma?... No me cuadra; tal vez por el prejuicio. A los que deja en mal lugar es a talibanes y otros cofrades, de esta y otras religiones, que predican la yihad o la cruzada, religiosa o laica; militar o civil.
Para ilustrar la importancia de la educación de los niños, recojamos una sentencia del Talmud, libro sabio, a veces: "Al mundo solo lo mantiene el aliento de los niños que estudian". Pues eso...
Termino, que me lío,...¡Ojo con lo que se les enseña- a los niños-, por si lo aprenden; porque aprender, lo aprenden todo. Otra cuestión es que lo ejerzan.